"Matrícula de honor" en el curso Covid

El sol de la primavera ha ido anticipando el verano, a pesar de que los sufridos recuerdos no se han convertido aún del todo en pasado. Comenzábamos septiembre, como si de un mal sueño se tratara, con la esperanza de despertar del todo, haciendo acopio de la energía suficiente para afrontar los retos inciertos de un nuevo día o de un nuevo curso.

Con el anhelo de recuperar la normalidad, en nuestra cabeza y nuestro corazón sobresalía el deseo de comenzar un nuevo curso escolar, aún a pesar de movernos en un ambiente dominado por la inseguridad y la incertidumbre. Así iniciábamos el curso 2020-21, con la perentoria necesidad de adaptarnos a nuevos tiempos y la convicción de adquirir nuevos hábitos, a la vez que evocando compulsivamente conceptos inéditos en nuestra vida diaria: gel hidroalcohólico, mascarillas, distancia de seguridad, higiene personal, ventilación…

La palabra clave ha sido “Adaptarse”. Todos los seres vivos, más aún el ser humano, nos encontramos con la necesidad de aplicar la capacidad de adaptación a la largo de nuestro ciclo vital, es decir, de modificar las características que permitan nuestro desarrollo en un contexto diferente o cambiante. Palabra clave que,  por otra parte, se convierte en una “Actitud” cuando las situaciones o problemas de la vida nos sirven de excusa perfecta para buscar soluciones adecuadas; pues, aunque no puedas cambiar lo que está pasando, sí puedes adaptarte a las circunstancias. Quizá sirva recordar el conocido proverbio “Todo problema tiene solución, y si no la tiene no es un problema”, porque vivimos en un mundo donde es frecuente recurrir a la queja de forma constante y sin embargo la solución pasa por afrontar el problema para resolverlo posteriormente o, al menos, comenzar intentándolo.  

Por fortuna, todos esos recelos e incertidumbres iniciales fueron languideciendo cuando la vida escolar fue, poco a poco, consiguiendo una creciente normalización. Cierto que todo ello no hubiese sido posible sin esa actitud positiva de colaboración de toda la Comunidad Educativa a la hora de asumir toda una serie con medidas firmes y exigentes, pero responsables y necesarias.

Muchos podremos decir, sin temor a equivocarnos, que hemos vivido el curso más duro de nuestra vida profesional. Nuestra parte emocional se ha visto sensiblemente truncada por motivos diversos, particularmente en aquellas familias que han vivido el dolor de seres queridos que nos han dejado, pero también porque hemos perdido cierto contacto con nuestros compañeros o porque nos hemos vuelto más huidizos bajo las mascarillas o porque la vida social se ha visto lastimada… También, en lo estrictamente educativo, la pandemia nos ha obligado a repensar los métodos de aprendizaje. Pero por encima de todo, hoy podemos decir con profunda satisfacción “misión cumplida”, porque hemos logrado proteger la salud física y la salud emocional del alumnado.

Mi felicitación a la Comunidad Educativa por su capacidad de adaptación a un nuevo y extraño contexto, por la confianza a pesar de la aureola de incertidumbre que en ocasiones ha estado presente y por el esfuerzo realizado para sobreponerse a las dificultades con las que este curso escolar nos ha sorprendido.

Ahora es momento oportuno para hacer balance y entender que la vida, ante la variedad de circunstancias, es como un gran libro que nos brinda grandes lecciones aún por aprender. Y después de un curso, que bien podemos calificar como diferente, podamos disfrutar de unas merecidas vacaciones y reponer la energía necesaria para afrontar nuevos retos que aún están por descifrar. 

¡ Felices vacaciones !