La reciente publicación de la carta encíclica del papa Francisco Fratelli tutti, sobre la fraternidad y amistad social, es un ejemplo muy relevante del completo alineamiento que el Programa TEI de tutoría entre iguales, tiene con el humanismo cristiano. Aunque la carta está escrita desde sus convicciones cristianas, el Papa nos recuerda que “…he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad” (7).

En este sentido se trata de un gran documento, hondo y rico, magistralmente formulado, capaz de suscitar amplios consensos sobre la importancia y el origen de los males que aquejan a la humanidad, “las sombras de un mundo cerrado” y como las soluciones propuestas pasan por un permanente redescubrimiento del bien que nos trae la fraternidad entre las personas, una fraternidad que yendo más allá de los círculos estrechos de la familia y los amigos, nos proyecta hacia todos aquellos que sufren, ya sean cercanos o lejanos, conocidos o no. “Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud “si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”” (87)

Esa fraternidad la vincula el Papa a la naturaleza humana y a la felicidad de quien busca el apego a lo bueno, a través de una vida servicio: “el servicio “es en gran parte cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo”.  En esta tarea cada uno es capaz “de dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de lo más frágiles […] El servicio mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos “le padece” y busca la promoción del hermano. Por eso el servicio no es ideológico, ya que no sirve a ideas, sino que sirve a personas”.

En el capítulo segundo, “un extraño en el camino”, el Papa hace uso del conocido relato evangélico del buen samaritano, para profundizar en las raíces de la fraternidad, analizando el papel jugado por los distintos protagonistas de la parábola. Hablando de los ladrones que en el relato robaron e hirieron al caminante, escribe: “Los “salteadores del camino” suelen tener como aliados a los que “pasan por el camino mirando a otro lado”” (75). Es una referencia muy directa al papel tan negativo que tienen los espectadores de un agresión al inhibirse y no poner freno o no denunciar lo que están presenciando. Nos recuerda el gran énfasis que pone la pedagogía TEI en movilizar a quienes presencian y asisten a situaciones donde una persona humilla a otra, por el simple placer de hacerle daño y de demostrar que puede proceder así ya que nadie está dispuesto a interponerse e impedirlo. La pregunta que cualquiera hemos de responder: “¿Dejaremos tirado al que está lastimado para correr cada uno a guarecerse de la violencia o a perseguir a los ladrones?” (73)

Más adelante nos invita: “Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano” (79). “La propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. […] Es decir nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera.” (81)

El documento nos ofrece también referencias al papel esencial de la educación: “Los educadores y los formadores que, en la escuela o en los diferentes centros de asociación infantil y juvenil, tienen la ardua tarea de educar a los niños y jóvenes, están llamados a tomar conciencia de que su responsabilidad tiene que ver con las dimensiones morales, espirituales y sociales de la persona” (114)

Nos recuerda que libertad e igualdad sin fraternidad nos llevan sino a un repliegue sobre las necesidades individuales: “La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad. ¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores?” (103). El TEI, es sin duda muchas cosas, pero a la luz de Fratelli tutti, quizás se percibe que es, sobre todo, una pedagogía de la fraternidad.