Oración del estudiante

Señor, mi principal tarea es mi formación como persona. Sin embargo, me aburro. A veces prefiero el juego, la televisión, o simplemente, la pereza. Ayúdame a entender que necesito prepararme para la vida. Si la existencia se puede comparar a un campeonato en el mundo y frente al mundo, es claro que el entrenamiento, duro y exigente, es necesario. Renunciar al esfuerzo de la formación de mi mente, de mi voluntad, de mi corazón es negarme al futuro, negar mi realización como persona en la comunidad. Pablo, el apóstol, dijo “En Cristo Dios nos eligió antes de la creación del mundo para que fuésemos sus hijos adoptivos… para ser su pueblo en alabanza de su gloria” (Efesios 1, 4-5 y 12). Tú, Señor, al ponerme en el mundo, me encomendaste una misión en bien de toda la humanidad, misión que sólo yo puedo y debo realizar. Sin mí el cosmos perdería algo de su plenitud y perfección. Ayúdame, Señor, a descubrir mi vocación como ser humano único e irrepetible. Que al conocer las maravillas de la naturaleza y las posibilidades de la técnica y de la ciencia, reconozca tu sabiduría como Creador y tu amor como generoso Padre. Entonces, me esforzaré, por medio del estudio y el aprendizaje, en ser instrumento apto de tu bondad en medio de mis prójimos. Colaboraré con ellos en hacer de este mundo habitable por la convivencia, la solidaridad, el respeto y la promoción de la dignidad y de los derechos y deberes de todos.

Si puedo…

Si puedo hacer, hoy, alguna cosa, si puedo realizar algún servicio, si puedo decir algo bien dicho, dime cómo hacerlo, Señor. Si puedo arreglar un fallo humano, si puedo dar fuerzas a mi compañero, si puedo alegrarlo con mis palabras, dime cómo hacerlo, Señor. Si puedo ayudar a quien me necesite, si puedo aliviar algún dolor, si puedo dar más alegría, dime cómo hacerlo, Señor

Oración del joven

Señor, aquí estoy otra vez ante tiPara pedirte que me perdonesSi en algo te he ofendido,Olvidándome de cuanto me quieres,Sin pensar que siempre me estas viendo. Perdón Jesus.Gracias porque siempreEstas aquí conmigoPara escucharme y perdonarme. Te pido por los jóvenes, que como yo,Cuánto nos das sin merecerlo.Te pido sabiduría y entendimientoPara comprender cual es tu voluntad. Te pido que los jóvenes de hoySigan tu camino,Como estoy tratando de seguirlo yo,Para que mañana que seamos adultosSeamos mejores personas y agradarte más. Ayúdame a seguir el ejemplo de San Agustín,Que siendo muy joven, a pesar de sus muchas travesuras,Supo después encontrarte,Y sin más demoras, a sus amigos les mostróQue tu no vives en las bonitas montañas o en el claro cielo azul,Sino en lo más profundo de cada hombre, En lo más intimo de cada uno. Gracias Señor por la juventudY la alegría que nos da tu amor,Que es la gasolina que prende nuestro corazón. Eres la luz en la oscuridad,Eres los más grande y bello que puede existir.Y cuando estoy así tan en confianza contigo,Ya no tengo ganas de pecar mas,Ayúdame a quererte más, a creerte más, Que este amor que ahora siento por tiNo se apague jamas. Amén.

Porque los hijos no esperan

Hay un tiempo para anticipar la llegada del bebé, otro para consultar al médico, uno más para soñar lo que será este niño cuando crezca. Asimismo, existe un tiempo para pedirle a Dios que me enseñe a criar al hijo que llevo en mis entrañas, un tiempo para preparar mi alma, para alimentar la suya, pues muy pronto llegará el día en que nacerá. Porque los hijos no esperan. Hay un tiempo para alimentarlo durante la noche, para cólicos y biberones. Hay un tiempo para mecerlo y un tiempo para pasearlo por la habitación, con paciencia y abnegación. Un tiempo para mostrarle que su nuevo mundo es un mundo de amor, de bondad y de dependencia. Hay un tiempo para maravillarme de lo que él es: una persona, un ser creado a imagen de Dios. He resuelto hacer lo máximo a mi alcance. Porque los hijos no esperan. Hay un tiempo para tenerlo entre mis brazos y contarle la historia más hermosa que jamás haya oído. Un tiempo para hablarle de Dios y enseñarle a maravillarse y sentir asombro.Hay un tiempo para llevarlo al parque a columpiarse, de correr con él una carrera, hacerle un dibujo y darle compañerismo lleno de alegría. Hay un tiempo para enseñarle el camino y enseñarle a orar con sus labios de niño y enseñarle a amar la palabra de Dios. Porque los hijos no esperan. Hay un tiempo para cantar en vez de renegar, sonreír en vez de fruncir el ceño, un tiempo para compartir con él mis mejores actitudes, mi amor por la vida, mi amor por Dios, mi amor por los míos. Hay un tiempo para contestar a todas sus preguntas, porque quizá vendrá el momento en que no querrá escuchar mis respuestas.Hay un tiempo para enseñarle muy pacientemente a obedecer, a poner en su lugar los juguetes, hay un tiempo para mostrarle lo hermoso del deber cumplido, de adquirir el hábito de leer la Biblia, de gozarse en la comunión, de conocer la paz que viene por la oración. Porque los hijos no esperan. Hay un tiempo para verlo partir valientemente a la escuela y extrañar su manera de estar siempre alrededor mío, de saber que estaré allí para responder a su llamado cuando vuelva de la escuela y escuchar con interés sus descripciones de lo acontecido en ese día. Hay un tiempo para enseñarle a ser independiente, a tener responsabilidad, de saber disciplinarlo con amor, porque pronto llegará el momento de dejarlo partir y de soltar los lazos que lo sujetan a mi falda. Porque los hijos no esperan. Hay un tiempo para atesorar cada instante fugaz de su niñez, para inspirarlo y prepararlo. No voy a cambiar este derecho natural por ese “plato de lentejas” llamado posición social o reputación profesional o por un cheque de sueldo. Una hora de dedicación hoy, podrá salvar años de dolor mañana. La casa puede esperar, los platos pueden esperar, la habitación nueva puede esperar. Porque los hijos no esperan. Llegará el momento en que ya no habrá más puertas que golpean, ni juguetes, ni peleas entre ellos, ni marcas en las paredes; entonces podré mirar atrás con gozo y saber que estos años de ser madre/padre no se desperdiciaron.Pido a Dios que llegue el momento en que pueda ver al retoño un ser íntegro, amando a Dios y sirviendo a los demás. Dios mío, dame la sabiduría para saber que hoy es el día de mis hijos, no existen los momentos de poca importancia en sus vidas. Que sepa comprender que no hay carrera mejor, ni trabajo más remunerador, ni tarea más urgente. Que yo no postergue ni descuide esta labor, que pueda aceptarla con gozo, y que me dé cuenta que el tiempo es breve y que mi tiempo es hoy. Porque los hijos no esperan.

Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors