4º ESO A

- 1ª FILA: Marcos Gordillo Benjumea, Ignacio Baena Arenas, Gonzalo Barquero Esteban, Álvaro Vega Ruíz, Juan Rodríguez Sánchez y Carmen Zuleta de Reales Toro.
- 2ª FILA: Pablo Ramos Medina, Sergio Izquierdo Moreno, Lucila Luque Cuberos, Adriana Crespo Torres, Teresa Alcázar Soto, Eva Cervilla Varón, Pepa Pereira Gamarra, Nicolás Barranco Puente, Esther Guadalupe Romero Ruíz y Sophía Barrera Campón.
- 3ª FILA: José Antonio Rufo Olías, Carmen Calvo Cotán, Valeria Gómez Portillo, Tomás Rodríguez Sanz, Manuel Regato Roca, Carlota Sillero Núñez, Aurora Gómez Chinchilla, Lucía Metro Varo, Manuela Begines Rodríguez y Gonzalo López Salcedo.
- TUTOR: José Vicente Carro Rodríguez
- AUSENTES: Pablo Blanco Palma
4º ESO B

- 1ª FILA: Carlos Ballesteros Olave, Francisco Torres Zuloaga, Julia Escobar Luna, Carmen Camacho Montes, María Domínguez Aguilera, Eva Aguilar Aragón, Cristina Daza Ortiz, María García Carreira
- 2ª FILA: Alberto Rodríguez Márquez, Jaime Olías Cordero, Pablo Galbis Granada, Marcos Barranco Puente, Lucía Corzo Frías, Blanca García Porro, Ana Rodríguez Sánchez, Carlota Guarino Ruiz, María Cobos Pérez
- 3ª FILA: Jesús Esteban Recio, Eduardo Antonaya Pérez, Pablo Muñiz Calvo, Lara Sillero Núñez, Natalia Melado Rodas, Pablo Jiménez Moreno, Juan Pablo Vázquez Morera, Clara Cid Falcón, Ramón Manzano Alonso
- TUTOR: José Manuel Monge Cantillana
- AUSENTES: Carlota Fernández Escobar
Actividades del curso
Promoción 2020 - Una promoción que siempre estará en Nuestro Corazón
La promoción 2020, por numerosos motivos, será de aquéllas de las que será imposible olvidarse, chicas y chicos que han dejado huella en el Colegio y en cada uno de sus profesores.
El Colegio San Agustín de Sevilla os agradece todo este tiempo que hemos pasado juntos y lo mucho que hemos aprendido de vosotros.
Un mensaje para nuestros profesores
Los alumnos de 4º ESO dejaron un mensaje para nuestros profesores en los tiempos de confinamiento.
Una Montaña Rusa
“4º es una experiencia preciosa, llena de emoción, inolvidable e IRREPETIBLE”.
“La promoción 2020 va a dejar huella”.
“Sois una promoción muy especial en la historia del cole”.
4º de ESO, nuestro último año en el San Agustín, curso 2019-2020. ¿Quién hubiera podido pensar siquiera que todo por lo que hemos pasado ha sido real? 4º es un año en el que derramar lágrimas está a la orden del día: llorar de tanto reír en una clase de Matemáticas; lágrimas de frustración cuando la nota de Cultura Clásica no te da para aprobar el trimestre; lágrimas confundidas con el sudor que cae por la frente al intentar terminar el último test de Cooper… Pero, ante todo, lágrimas por cerrar la que, me atrevo a decir, ha sido la etapa de mi vida en la que me he sentido más viva, más querida y más feliz. Porque en septiembre ya no estará el padre Bonifacio recibiéndonos con un cálido saludo cada mañana; porque los “Buenos días” del padre Miguel Ángel a las ocho cada día solo vivirán en nuestros recuerdos; porque en noviembre tendremos una y mil procesiones de San Agustín más, pero ya no seremos alumnos del colegio. Vendrán cada año las fiestas de mayo, y nosotros seguiremos viniendo a disfrutar de estas como el primer día, pero ya no seremos los protagonistas de sus coloridos bailes ni de las emocionantes jornadas deportivas. Por estos y mil motivos más, derramamos lágrimas cuando la realidad nos recuerda que esta es la última vez que viviremos todo esto como lo hemos vivido hasta ahora.
Cuando comenzamos la aventura de 4º en septiembre, creo que todos deseamos lo mismo: “un curso normal, con todo lo que esto conlleva, pero sin sobresaltos, un buen 4º”. Meses de trabajo, superación de dificultades, crecimiento como personas, desarrollo como estudiantes. Teníamos en mente disfrutar como nunca de nuestra última convivencia, nuestro baile navideño y todas las excursiones, pero por encima de todo moríamos de ganas por organizar las fiestas del cole, vivirlas al máximo, graduarnos y llevarnos la que sabíamos que sería una maravillosa experiencia, el viaje de fin de curso. Llegados a este punto, echamos la vista atrás y podemos pensar: “TODO NOS MALE SAL”. Me llegan a decir el cúmulo de acontecimientos y circunstancias que pasarían en septiembre y no lo creo.
Pues bien, esas lágrimas de las que antes hablaba desgraciadamente se desbordaron de nuestros ojos antes de tiempo. Lo malo fue que las emociones de las que eran reflejo no debería tener que experimentarlas nadie nunca con con tanta intensidad, en tan pequeño intervalo de tiempo: culpa, tristeza, impotencia, rabia, frustración, dolor. La pérdida de un ser querido es absolutamente indescriptible, y el impacto que puede tener en tu vida, inimaginable. No quisiera extenderme demasiado en este asunto porque no hay nada que yo pueda decir que no haya sentido o sabido alguien más ya.
Sin embargo, es necesario mencionar que la pérdida y el duelo han sido para todos grandes maestros en estos meses. He aprendido que esa mala costumbre mía de pensar demasiado e intentar buscar un porqué a algo que no lo tiene solo abre más la herida y retrasa su cicatrización. Porque la herida va a dejar cicatriz: se cerrará, pero la marca permanecerá, y hay que vivir con ello. He aprendido que tu vida no te pertenece a ti; una decisión que es extremadamente valiente, pero dolorosamente cobarde a la vez puede tener una repercusión muy profunda en la vida de quienes te rodean. He aprendido que quienes te quieren de verdad están ahí siempre y se desviven por ti en los momentos más difíciles. Me he conocido un poco más a mí misma, cómo sobrellevo el duelo, cómo afronto la pérdida, y lo resistente y frágil que se puede ser a la vez. Que los nudos de la garganta se deshacen con lágrimas, y que estas son de por sí suficiente expresión de emoción. Que hablar cuando no se está preparado no es lo óptimo, pero que anclarse a lo ocurrido te destruye lentamente. Que la forma de sentir de las personas no es la misma para todas, pero siempre respetable. Agradezco poder ser capaz de compartir todo esto que siento y que he aprendido ya, porque antes no lo era. Esta es la situación más dura psicológicamente hablando por la que he pasado en mi vida, y solo me queda pedir por mi amiga y por todos los que compartimos tantos momentos con ella, para que crezcamos como personas, luchemos y recordemos.
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Sentía la necesidad de dedicarle a nuestra Andrea su espacio, y eso he hecho.
Soy consciente de que me estoy excediendo, pero tampoco hay mucho más que ver, así que prosigo.
Creo que todos sabemos el tema que viene ahora: cuando yo pedía un 4º normal, me refería a un curso normal con clases PRESENCIALES, de septiembre a JUNIO, y con posibilidad de ABRAZOS interpersonales. Con lo de la “montaña rusa” me refería a que mi impresión ha sido la de ascensión y descenso continuos: nos entusiasmábamos con algo y casi tocábamos el cielo de ilusión. Y claro, de subir tanto la caída era mayúscula por culpa del cúmulo de acontecimientos que han ido sucediéndose.
El cambio de clases en septiembre nos había fastidiado un poco al principio, aunque ciertamente ya nos habíamos adaptado. Primera curva. Por otro lado, una experiencia por la que estoy muy agradecida y que recuerdo con especial ilusión fue el día de la Olimpiada de Otoño de Matemáticas en octubre. Primer ascenso. Sin embargo, en noviembre nos llevamos un pequeño fiasco cuando se aplazó nuestra esperada última convivencia. Si se hubiera aplazado sin más, no lo contaría ahora como una desilusión. Turbulencias.
Dos detalles que quizá no tengan tanta importancia son que el mal tiempo arruinó nuestro baile de Navidad y la salida al cine. Son nimiedades, pero ocurrieron y también cuentan, porque no son los detalles sino el cúmulo de cosas que han ocurrido. Aunque he de decir que sí que pudimos disfrutar de nuestra jornada deportiva. Pequeña remontada.
Llegó el año nuevo y se acercaba la hora de ir preparando muchos eventos que estaban por llegar. Celebramos nuestro Día de La Paz y de Andalucía y nuestro último Bocata Solidario. A esto le sucedió el fatídico, porque de verdad no encuentro mejor adjetivo, mes de marzo. La primera semana nos llevamos el durísimo golpe, pero es que a la siguiente nos despedíamos indefinidamente. Resumen de la cuarentena: aplausos, adaptación a estudiar desde casa, exámenes online, videollamadas y desesperación por salir, angustia, incertidumbre por el futuro… Mientras escribo ya estamos en la Fase 1 de la desescalada, pero han sido dos meses con experiencias muy duras psicológicamente hablando. ¿Lo doloroso? Cancelación tras cancelación, decepción tras decepción. Semana cultural. Teatro del English day. Semana Santa. Feria. Excursión de senderismo. Convivencia.
Esta semana estaríamos ultimando la preparación de las fiestas del cole, y perfeccionando nuestro último baile de fin de curso. No llegaremos a saber lo bonita que es esta experiencia única e irrepetible. No menciono el viaje ni la graduación, porque aún a riesgo de estar dándonos falsas esperanzas, no quieren dejarnos manchar sin que tengamos nuestras dos ocasiones más especiales, aunque tengan que ser diferentes con todo el dolor de nuestro corazón.
Cómo voy a echar de menos a tantas personas y a tantas cosas, a experiencias que ni siquiera he vivido. Porque al final ha sido la adversidad la que nos ha unido, sin necesidad de convivencia, de viaje…
Que ojalá no hubiera sido de esta manera, porque duele mucho todo esto, porque no podemos revivirlo más que me nuestra memoria e imaginación. Que nuestra situación es incomparable a la que se enfrenta ahora mismo la humanidad , pero que la vida nos ha dicho “no” y no hay otra. Y es por esto que hemos vivido que yo no me puedo marchar sin pararme a rememorar todo lo que me han enseñado este curso y mi estancia completa en el colegio.
Entré nueva en 1º, y mi vida ha cambiado por completo gracias a las personas que he conocido. Me han enseñado tanto, ya no a nivel académico, sino como persona, que yo no puedo encontrar palabras suficientes de agradecimiento. La gente aparece en tu vida por algo: me llevo a amigos por los que doy las gracias cada día por haberse cruzado en mi camino, porque me han enseñado a querer y a estar unidos de una forma muy especial que yo antes no imaginaba posible; no puedo dejar tampoco de agradecer a aquellos compañeros que han llegado a mi vida no para ser mis amigos, sino más bien para darme lecciones que en un primer momento no he comprendido, pero que después he comprendido que me han hecho mejorar y madurar.
Sin embargo, mi mención especial va para los más capaces “formadores de personas” que he tenido la fortuna de conocer. Os habéis convertido en unos segundos padres, y sé que no me voy a arrepentir al decir que sois los profesores a los que más voy a querer y añorar sin duda. No me olvidaré de tanto como me habéis enseñado nunca, no ya sobre vuestras especialidades, sino sobre la vida, desde vuestra experiencia, con todo vuestro cariño, paciencia y dedicación.
Desde que entré tuve claro que el San Agustín cambiaría mi manera de ver la vida, y creo que entrar ha sido lo mejor que me ha pasado. Las trabas en el camino, los cambios y las constantes sorpresas son él recordatorio de que estamos vivos, y lo que yo he vivido aquí lo conservaré por siempre, al igual que a todas las personas a las que ahora tengo la suerte de llamar mi “segunda familia”.
Carlota Fernández, 4º ESO B